Un modelo pedagógico en nuestro día a día: Principios Piklerianos

Como profesional de la educación y como padre siempre he intentado que los pilares que sustentaran mi profesión y mi modelo de crianza fueran palabras como: respeto, amor, cariño o afecto. Del mismo modo que el modelo educativo que siguiera tuviese una coherencia en toda su globalidad, pues eso sería lo que daría un sentido real a cada una de las decisiones que tomase.

Imagino que la gran mayoría de profesionales de la educación, así como familias, buscan estas o palabras similares para que nutran el acompañamiento de los niños y niñas. Sin embargo y a pesar de querer tener un mismo denominador común, se encuentran, en estos contextos, pocos modelos similares con respecto a la crianza.

Creo que esto se debe principalmente a que todas estas palabras que envuelven algo tan sumamente valioso, son profundamente abstractas y muy abiertas a la interpretación de cada persona que trabaja o convive con la pequeña infancia.

Esto nos lleva a que, a pesar de tener las mejores intenciones, podemos caer en equívocos e incoherencias. Pues todas estas palabras, aunque preciosas en su forma, sin un contenido, sin un cómo que las envuelva a todas ellas, de tal forma que les dé un sentido, no poseen un significado real, son vacías.

En mi primer viaje al Instituto Pikler–Lóczy (Budapest) llegué con todas estas palabras y fue allí donde empecé realmente a llenarlas, donde las he ido y las sigo llenando. Fue allí donde empezaron a cobrar un sentido completo y profundo que iba más allá de un bonito pensamiento abstracto. Empecé a comprender que, si esas palabras no tenían un contenido, un cómo, sería imposible que yo también pudiese llenar en su totalidad a los niños y niñas que acompañase.


Los principios fundamentales de la pedagogía Pikler (David, M. y Appell, G. 2010) han sido y siguen siendo una gran fuente de la que se nutren buena parte de mis proyectos profesionales y de vida y la que me mostró la coherencia de un modelo que ya venía desarrollando.

Siempre sentí desde mis comienzos en el mundo educativo un profundo interés por Emmi Pikler y su trabajo en el Orfanato de Budapest (Casa – Cuna) Un modelo de trabajo y de vida con cientos de niños y niñas que pasaron por la institución. Así como por todos sus estudios sobre las distintas áreas de desarrollo en todos ellos (Herrán, E. 2018).

Desde mi punto de vista lo que hace que este modelo pedagógico adquiera un significado real, es que se fundamenta en un trabajo sobre niños y niñas que no conocieron otro modelo de vida hasta que abandonaban la institución.

Un modelo que sigue siendo el mismo que actualmente se desarrolla en la escuela infantil (0-3 años) que es ahora mismo, donde los niños y niñas pasan una parte de la jornada de su día para después volver a sus casas.

Los principios fundamentales que sustentan esta pedagogía siempre los comparo a las patas de una mesa, sin uno de ellos el resto no serían sostenibles, todos son importantes individualmente, pero la fuerza la adquieren en su conjunto, del equilibrio que su unión da a la estructura.

Un aspecto fundamental, que hace que cada uno de ellos cobren una dimensión total, es que hacen referencia a la globalidad del niño, no solo a un momento determinado o puntual de su día a día, sino que es la forma de entender al niño en su plenitud.

Los enunciaré y explicare brevemente en base a mi propia experiencia en mi trabajo diario.

Valor de la actividad autónoma: Se ve al niño como un ser autónomo en su totalidad y se le acompaña en las distintas fases evolutivas de su desarrollo autónomo. A través de la autonomía los niños y niñas viven experiencias que favorecen un desarrollo motor armónico y asientan las bases de un buen desarrollo cognitivo y emocional gracias a la experimentación (David, M. y Appell, G. 2010). Además de ser una fuente de satisfacción les permite desarrollar actitudes como la creatividad.


Por todo ello se promueve ofrecer a los niños y niñas las circunstancias adecuadas para que descubran el placer que les aporta su propia actividad, promovida desde su iniciativa.

Para que esta actividad adquiera un significad real, cobra vital importancia que siempre nazca de la iniciativa del niño, de su voluntad. El aprendizaje será completamente distinto si nace de su propia iniciativa que si no lo hace (Herrán, E. 2018).

Para poder respetar al niño en esta faceta, el adulto no interviene de forma directa, sin embargo, nuestro papel como adultos será fundamental para poder generar en el niño las mejores condiciones que le hagan desplegar todo su potencial en este ámbito. Nuestra tarea será entonces garantizar las condiciones necesarias para que puedan desarrollar su actividad autónoma plenamente.

Valor de una relación afectiva privilegiada: Se fundamenta en una relación real con el niño, de igual a igual, en la cual el adulto ha de mantener un respeto hacia él, es este respeto el que marca sus actitudes, que proceden de una comprensión total de todas sus necesidades. Esta relación se desarrolla principalmente durante las actividades del día a día de atención personal (cambio de pañal, alimentación, vestir, aseo, etc.).

Estos momentos de atención personal deben procurarle tanto su bienestar y confortabilidad, como la satisfacción de sus necesidades (alimenticias, higiene, limpieza, etc.).

Es de vital importancia suscitar en el niño el placer con respecto a la actividad, al igual que favorecer cualquier posibilidad de autonomía. Gracias a la percepción de estas actividades como algo placentero y de respeto hacia su autonomía, implicará una relación con el niño en el que percibirá que le respetamos como persona, construyendo así una relación real (KÁLLÓ, E. 2016).

Al favorecer y crear esta relación afectiva real, se evita que el niño desarrolle una demanda afectiva, lo cual le permite sentirse más tranquilo y seguro en sus momentos de actividad autónoma que hará que pueda desplegar todo su potencial.

Favorecer la conciencia de si mismo y del entorno: La posibilidad de generar un ritmo y rutina diaria con una estabilidad en el tiempo y en el espacio favorecen sin duda esta toma de conciencia (Falk, J. 2013). 

Pero son sobre todo los momentos de atención personal, a través de ese trato individualizado, como realmente se favorece a ayudar a comprender al niño quién es, qué le ocurre, que le están haciendo, en qué entorno se encuentra, así como qué va a sucederle.

Promoviendo su cooperación le ayudamos a percibirse a sí mismo, su autoconocimiento y a poder expresarse, en definitiva, a afirmarse como persona.

La salud y el bienestar: Se ha de tener muy en cuenta el bienestar y la salud no solo física, sino también psíquica y emocional de los niños y niñas. Por ello el análisis no se ha de ceñir meramente a un componente únicamente físico, sino a un análisis y observación de los niños y niñas mucho más completa y profunda (Kálló, E. 2016). Para ello deberemos observarles y analizarles en todos sus ámbitos de desarrollo del día a día. 

Sin este bienestar el resto de principios no tendrían un valor tan significativo y total.

La aplicación de estos principios ya sea en un proyecto educativo o en un hogar, tiene su complejidad. Se ha de preparar un entorno adecuado y seguro, pensando en todas las actividades y momentos de los niños y niñas. Tanto para los momentos de actividad autónoma, como para todos los momentos de atención personal.

Se necesitan los elementos y el mobiliario adecuado en función del grado de desarrollo de los niños y niñas, que faciliten al adulto el que pueda promover su autonomía.

Se requiere, además, de una estructura y organización de todas las rutinas del día a día para que cada niño tenga el tiempo necesario para desarrollarla sin prisa ni estrés, para que viva cada momento como algo placentero y que perciba por parte del adulto que le da el tiempo que necesita. En definitiva, se necesita poner como eje de todo al niño y en base a ello ir estructurando el resto de elementos, sin perder nunca el foco en torno al cual gira el eje.

 En mi trabajo diario, trato de articular todos los ámbitos de desarrollo de los niños y niñas en base a estos principios y a pesar de observar su complejidad en la preparación y estructuración de la jornada, en la disposición del espacio y la elección de los elementos adecuados; lo que resaltaría sobre el resto de cosas es el tipo de relación que se establece por parte del adulto con los niños y niñas.

Una relación de seguridad y confianza, que les permite desplegar todas sus potencialidades en su máxima expresión. Me ha permitido observar que si todas esas palabras -respeto, amor, cariño, afecto-, tiene un contenido real, si les podemos dar una forma y un cómo, es cuando realmente podemos llenar a los niños y niñas con todas ellas y de esta manera no solo ofrecerles una oportunidad de desplegar todo aquello que llevan dentro, sino también el que podamos establecer una relación bidireccional de confianza, seguridad y respeto.

Del mismo modo he podido darme cuenta como a través del fomento de su autonomía, los niños y niñas van desarrollando su autoconocimiento, un autoconocimiento real y consciente que les da la oportunidad de tener una autogestión de sí mismos y lo que les rodea.

A pesar de que se han de realizar cambios significativos en la estructura y organización del día a día, mi experiencia me ha hecho ver que el mayor de los cambios no viene de la modificación del espacio, el mobiliario o el tiempo.

El cambio más significativo para poder desarrollar este modelo pedagógico es a nivel interno, viene de un cambio de mirada del adulto. Tiene que venir de una nueva mirada hacia el niño, que le vea como alguien competente y capaz, que vea tras ellos todas sus capacidades de iniciativa y acción, porque a través de ella podremos realmente ver la luz tan especial con la que los niños y niñas brillan, esto nos hará descubrir una nueva forma de relación para ambos y entonces todas las palabras con las que queramos describir la crianza cobrarán un sentido real.

Autor:

Eduardo Rodríguez Huete, educador infantil con postgrado en pedagogía Waldorf, formándose como pedagogo Pikler en el Instituto Pikler- Lóczy (Budapest).

BIBLIOGRAFÍA: 

David, M. y Appell, G. (2010). Cap. II, Lóczy, una insólita atención personal (pp. 23-29), Octaedro, Barcelona. 

Herrán, E. (Editora) (2018). Cap. I, Claves de educación Pikler- Lóczy (pp. 33-58), Pikler, Budapest.

Kálló, E. (2016), Sobre la unidad de los cuidados y la educación una vez más, RELAdEI 5.3, pp. 15-20.

Falk, J. (Editora) (2013), Bañando al bebé el arte del cuidado (pp. 7-16), Asociación Pikler-Lóczy de Hungría, Budapest.

 

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